PIS, CACAS Y CONVIVENCIA: EL RETO DE LOS PERROS EN LAS CIUDADES
- Juan Pedro Dyangani Ose 
- 10 sept
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 11 sept

DEL AUGE DE LOS “PERRHIJOS” A LA NECESIDAD DE SOLUCIONES SOSTENIBLES PARA NUESTRAS CALLESA
En los últimos años hemos visto cómo el número de perros en nuestros hogares no ha dejado de crecer. En Canarias, en España y en Europa, el fenómeno de los “perrhijos”, esa forma cariñosa y simbólica de tratar a los perros como miembros de la familia, ha transformado la manera en que convivimos en el espacio urbano. Este cambio cultural, aunque positivo en muchos aspectos, también ha traído consigo una problemática evidente: los orines y excrementos caninos en calles, plazas y parques.
La pregunta es clara: ¿cómo podemos garantizar una convivencia armónica entre quienes disfrutan de la compañía de un perro y quienes no lo tienen, evitando que las ciudades se conviertan en un gran “baño público”?
EL AUMENTO DE LOS PERROS: DATOS Y TENDENCIAS
Las estadísticas muestran una tendencia imparable:
- En España, el censo de perros supera los 9,3 millones (2023), lo que significa que ya hay más perros registrados que niños menores de 15 años. 
- En Canarias, la cifra roza el medio millón, con una media de 1 perro por cada 4 habitantes, una de las tasas más altas del país. 
- En Europa, se estima que viven más de 110 millones de perros, un crecimiento del 15% en la última década. 
Este auge está ligado al concepto de perrhijos: para muchas familias, el perro no es solo una mascota, sino un miembro más. Esto implica cuidados, inversión económica, tiempo de ocio compartido y, también, una fuerte presencia en el espacio público.
EL COSTE OCULTO PARA LAS CIUDADES
Aunque pocas veces se habla de ello, los excrementos y orines de los perros tienen un coste directo para los ayuntamientos:
- Limpieza viaria: se estima que entre un 20% y un 30% del gasto en limpieza urbana está relacionado con residuos caninos. 
- Impacto en el mobiliario urbano: la orina deteriora farolas, bancos, fachadas y papeleras, acortando su vida útil y obligando a reparaciones frecuentes. 
- Molestias a la ciudadanía: quienes no tienen perros se sienten castigados al convivir con olores desagradables, suelos resbaladizos o la desagradable sorpresa de pisar un excremento. 
En ciudades turísticas como las canarias, este problema impacta directamente en la imagen urbana y, por tanto, en el atractivo para los visitantes.
SEVILLA COMO EJEMPLO: INNOVACIÓN PÚBLICA
Uno de los ayuntamientos que ha tomado cartas en el asunto es Sevilla, que ha impulsado una Consulta Preliminar al Mercado (CPI) para buscar soluciones innovadoras a este problema. Esta fórmula abre la puerta a empresas, startups y entidades sociales a proponer tecnologías y proyectos que permitan:
- Detectar de forma rápida y económica los excrementos. 
- Mejorar la trazabilidad de la limpieza. 
- Implicar directamente a los dueños de los perros en la responsabilidad de mantener limpia la ciudad. 
Este enfoque colaborativo es un ejemplo de cómo la innovación puede aportar respuestas más efectivas que las simples sanciones.
LA CONVIVENCIA EN RIESGO
La proliferación de perros en las ciudades no es un fenómeno pasajero: todo apunta a que seguirá creciendo. Incluso aerolíneas están explorando la posibilidad de que perros de gran tamaño puedan viajar en cabina, un reflejo de esta tendencia global.
Pero para que la convivencia no se vea afectada, es necesario actuar en varios frentes:
- Concienciación: campañas educativas que apelan al orgullo vecinal y no solo a la amenaza de multas. 
- Tecnología: sensores, apps y sistemas de trazabilidad para identificar zonas de alta concentración de residuos. 
- Diseño urbano: más espacios para perros, papeleras adaptadas y fuentes con bebederos que también faciliten limpiar el pis. 
- Economía circular: iniciativas que transformen los excrementos en recursos (por ejemplo, biogás o fertilizantes). 
- Colaboración público-privada: proyectos piloto donde ciudadanía, empresas y ayuntamientos trabajen juntos. 
Es evidente que, el trinomio pis, cacas y convivencia es un reto para todo y que implica la responsabilidad ciudadana de los dueños, y de una intervención coherente y sostenible de las autoridades locales.
¿Y EL CONCEPTO DE “PERRHIJOS”?
El término refleja un cambio generacional y social. Muchas personas, especialmente jóvenes y adultos sin hijos, dedican a sus perros un nivel de atención y gasto que antes se reservaba a la crianza. Se calcula que en España el gasto medio por perro supera los 1.200 euros anuales, incluyendo alimentación, veterinario, accesorios… y, cada vez más, servicios como guarderías caninas, psicólogos para perros o incluso celebraciones de cumpleaños.
Esto, inevitablemente, se refleja en las ciudades. No es lo mismo planificar parques y calles para una ciudadanía sin perros que hacerlo para un escenario donde el 25% o 30% de los hogares conviven con uno..
SOLUCIONES PARA UNA CONVIVENCIA POSITIVA
Si asumimos que los perros seguirán ganando espacio en nuestras vidas, la clave está en encontrar un equilibrio justo:
- Sistemas de identificación del ADN canino: algunas ciudades han empezado a multar a los dueños irresponsables tras analizar las heces y rastrear al perro mediante su ADN. Aunque polémico, ha demostrado eficacia en reducir la reincidencia. 
- Zonas de micción controlada: espacios con material absorbente o lavable donde los perros puedan orinar sin dañar el entorno urbano. 
- Gamificación: apps que premien las buenas prácticas (por ejemplo, subir una foto de la recogida de excrementos) con descuentos o beneficios. 
- Campañas cívicas inclusivas: no basta con multar; hay que generar un sentido de comunidad y responsabilidad compartida. 
UN DEBATE INCÓMODO PERO NECESARIO
Hablar del pis y las cacas de los perros puede sonar vulgar o secundario, pero en realidad es un tema de salud pública, sostenibilidad y convivencia ciudadana. Ignorarlo solo genera más tensiones entre quienes aman a los perros y quienes los ven como una fuente de problemas.
La clave no está en enfrentar a unos con otros, sino en entender que las ciudades son espacios compartidos, y que cada derecho viene acompañado de un deber.
CONCLUSIÓN: MÁS EMPATÍA, MÁS SOLUCIONES
La “era de los perrhijos” ha llegado para quedarse. Pretender lo contrario es negar una realidad cultural y social. La pregunta es si seremos capaces de adaptar nuestras ciudades para que la convivencia sea armónica, limpia y respetuosa.
La buena noticia es que hay soluciones: desde la innovación pública como en Sevilla, hasta la economía circular, la gamificación y el análisis del ADN canino para identificar a dueños irresponsables. Pero, sobre todo, necesitamos un cambio de mentalidad: asumir que tener un perro implica también una responsabilidad colectiva.
Porque al final, se trata de lo mismo que en cualquier otro ámbito urbano: pensar en comunidad, innovar con propósito y, por qué no, hacer de algo tan cotidiano como recoger una caca de perro un gesto de impacto positivo.

