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COLABORACIÓN PÚBLICO-PRIVADA: EL RETO PENDIENTE PARA UNA INNOVACIÓN REAL

Actualizado: 23 jul


Colaboración público-privada
Colaboración público-privada

RETOS, APRENDIZAJES Y PROPUESTAS PARA QUE LA COLABORACIÓN PÚBLICO-PRIVADA SEA VERDADERAMENTE TRANSFORMADORA.


La colaboración entre administraciones públicas y empresas privadas lleva años en boca de todos. Pero, ¿realmente funciona? ¿Estamos aprovechando todo su potencial para innovar, transformar nuestras ciudades y afrontar los retos sociales y ambientales que tenemos por delante? Desde modoBIM, creemos que la colaboración público-privada es clave para el futuro, pero solo si se hace bien, aprendiendo de ejemplos internacionales y poniendo en el centro a la innovación y a las pequeñas empresas, no solo a las grandes corporaciones.


¿QUÉ ENTENDEMOS POR COLABORACIÓN PÚBLICO-PRIVADA?


Colaborar significa trabajar juntos, compartiendo riesgos y beneficios, para alcanzar objetivos que por separado serían inalcanzables. Las administraciones tienen el poder de regular y planificar; las empresas, la agilidad y la innovación; la sociedad, las necesidades reales y la energía para transformar. Cuando estos tres mundos se alinean, surgen proyectos que pueden cambiarlo todo.


¿CÓMO SE ESTÁ COLABORANDO EN ESPAÑA Y EUROPA?


En los últimos años, la colaboración público-privada ha avanzado, especialmente en ámbitos como la digitalización, las energías renovables, la movilidad sostenible, la salud o la economía circular. Sin embargo, muchas veces este modelo ha favorecido a grandes corporaciones y dejado fuera a startups y pequeñas empresas, justo las que pueden aportar la disrupción necesaria.


En España, existen programas de Compra Pública de Innovación (CPI), proyectos europeos como los Next Generation EU y numerosas estrategias regionales. El problema es que, en demasiadas ocasiones, la burocracia, la falta de transparencia y los pliegos diseñados “a medida” para los de siempre dificultan el acceso a las startups. El resultado: menos innovación real y más de lo mismo.


En Europa, hay casos que inspiran. Países como Finlandia o Dinamarca llevan años apostando por la colaboración en innovación social, tecnología y sostenibilidad, integrando a startups y ciudadanía en el proceso de diseño y testeo de soluciones. Por ejemplo, en Helsinki, los laboratorios urbanos permiten a pequeñas empresas y centros de investigación experimentar en entornos reales, con apoyo institucional y financiación pública. En Países Bajos, la ciudad de Ámsterdam ha desarrollado el programa “Amsterdam Smart City”, donde empresas emergentes, universidades, ayuntamiento y ciudadanía cocrean soluciones para energía, movilidad y vida urbana.


¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN EL RESTO DEL MUNDO?


Fuera de Europa, destaca Israel, donde la colaboración entre sector público, universidades

y startups ha convertido el país en una “Startup Nation”. La clave está en la mentalidad de

riesgo compartido, la facilidad para acceder a financiación pública y la reducción de la burocracia. En Canadá y Australia, existen aceleradoras públicas que ayudan a escalar

soluciones tecnológicas con impacto social, desde la fase piloto hasta el despliegue comercial.


LA POLÉMICA: ¿POR QUÉ LAS STARTUPS LO TIENEN TAN DIFÍCIL?


Hablemos claro: en España (y en buena parte de Europa) la colaboración público-privada

sigue beneficiando, en demasiados casos, a las grandes empresas. Los concursos y licitaciones se diseñan para quien ya tiene músculo financiero y experiencia, no para quien tiene ideas frescas y agilidad. Las startups se ven obligadas a competir en desigualdad, perdiendo tiempo en trámites y requisitos imposibles.


Esto no solo es injusto, sino que nos hace perder oportunidades: la verdadera innovación suele venir de los márgenes, no del centro. Las startups y pymes pueden probar, equivocarse rápido, pivotar y adaptar soluciones a la realidad local. Sin ellas, la colaboración público-privada se queda en un reparto de contratos, no en un motor de transformación.


¿CÓMO PODEMOS MEJORAR LA COLABORACIÓN EN ESPAÑA?


  • Simplificar los procesos: Menos burocracia, más apoyo real. Hay que facilitar el acceso de startups y pymes a las licitaciones y proyectos piloto.

  • Programas de sandbox y living labs: Espacios donde startups y ciudadanía puedan experimentar, pilotar soluciones y demostrar impacto sin miedo al fracaso.

  • Contratación pública innovadora real: Reservar un porcentaje de contratos a pequeñas empresas o consorcios mixtos donde se valore la innovación y el impacto social, no solo la experiencia previa.

  • Acompañamiento y mentoring: Desde el sector público, apoyar a las startups con asesoramiento y formación en el mundo de la administración.

  • Más transparencia y participación: Hacer públicos los criterios de selección y dar voz a la ciudadanía para detectar necesidades reales y evaluar resultados.


UN CAMBIO NECESARIO Y POSIBLE


Podemos aprender de Finlandia, de Israel, de los Países Bajos... pero también de pequeñas

ciudades y pueblos de España donde las colaboraciones funcionan porque hay voluntad y confianza mutua. No hace falta reinventar la rueda, sino abrir la puerta a nuevas formas de trabajar juntos, apostando por la diversidad, el talento y la experimentación.


Desde modoBIM, ya hemos vivido cómo la colaboración público-privada puede cambiar la manera en la que gestionamos retos locales, desde la economía circular a la digitalización de servicios municipales. Pero estamos convencidos de que el potencial es mucho mayor si rompemos inercias y apostamos, de verdad, por la innovación abierta y plural.

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